Escondidos quedan en la memoria aquellos recuerdos de nuestros antepasados saliendo de los puertos y costas canarias, como el famoso velero “La Elvira” ; huían de la miseria que atemorizaba a nuestra tierra, rumbo a lugares remotos, buscando un mejor porvenir, que muchos lograron en Cuba o Venezuela.
Nosotros éramos los emigrantes, ahora el fenómeno es a la inversa, somos nosotros los que nos hemos convertido en receptores de inmigrantes, llegados por aire y por mar... en pateras, siendo la primera, con dos jóvenes saharauis a bordo, la que apareció en las costas de Fuerteventura, allá por el año 1994.
Cuando ya no se pasa hambre y las necesidades básicas están cubiertas, bien por estar en disposición de un empleo, bien por los Servicios Sociales, miramos, más aún en tiempos de crisis, al inmigrante como un “enemigo”, “el otro”, “ el que nos quita los empleos”, “ nos contagian”. Incluso, los prejuicios van de lo general a razas en particular, ya que tendemos a meter en un mismo saco a los árabes, cuando su mundo es muy diverso, desde una sociedad abierta como la del Líbano a otra más cerrada como la de Irán, donde religión y política se mezclan, o cuando hablamos de Colombia y pensamos en drogas... sin embargo, cuando vemos a un alemán, a un inglés o a un noruego, por ser las tres nacionalidades de turistas que más nos visitan, les llamamos “extranjeros”, simplemente porque, más o menos, se asemejan a nosotros y gastan su sueldo o pensión aquí, como si los inmigrantes, en su gran mayoría, no trabajasen, en ocasiones casi de sol a sol, en labores que ni nosotros queremos, a los que hemos vuelto en época de crisis, y que han contribuido a que las arcas del Estado estén llenas para cubrir nuestras pensiones; asimismo, algunos " compatriotas " denuncian que los inmigrantes colapsan las urgencias, algo totalmente falso, basta con preguntar a cualquier facultativo; que los niños inmigrantes ralentizan la educación, cuando ellos hablan tan canario como nosotros y, por tanto, están totalmente integrados; sin embargo, quizás debido a la temporalidad de nuestro turismo, hay alumnos "extranjeros” que necesitan un traductor en clase porque no hablan nada de español.
Es, por ello, que debemos refrescar nuestra memoria, ya que es muy duro para una persona ser rechazada, solo por el motivo de ser inmigrante extranjero, sin tener en cuenta que no debe ser fácil abandonar el país y la familia, como les ocurrió a los canarios emigrantes en la primera mitad del siglo pasado.
Por tanto, es necesario hacer un esfuerzo para no rechazar lo desconocido, lo extraño, lo diferente e intentar aprender algo de ello, sin que el miedo nos paralice. Desde luego, una experiencia muy enriquecedora.
Patricia López Muñoz
Técnico Especialista en Inmigración
Técnico Superior de Animación Sociocultural
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